El ascenso al cerro Arco durante las noches de luna llena es una iniciativa que cada año va ganando más y más adeptos y va camino a convertirse en un clásico del pedemonte mendocino. Desde la primavera hasta los primeros fríos, la gente de La Puerta de la Quebrada, un lugar de amigos, organiza desde 2008 este ascenso nocturno al emblemático cerro situado en el distrito El Challao, Las Heras. Domingo Alvarez, junto a sus hijos Matías, Luciana y Andrea, militantes de la montaña, reciben en su cálido puesto montañés al pie del Arco a los participantes, cuando ya la luna preside con autoridad el cielo mendocino. En parejas, de a tres, en grupos o en forma solitaria, a buen tranco, a paso lento, ¡al trote!, cada cual elige su ritmo y arranca por el camino vehicular que lleva a la cima. La cumbre del Arco se ubica a 1.668 metros de altura y el puesto de Domingo a 1.125 metros. Este desnivel de 543 metros se recorre exactamente en 4,51 kilómetros. Un dato a tener en cuenta: la pendiente de este ascenso es similar a la existente entre Plaza de Mulas y el refugio Canadá, en el Aconcagua, y la mitad entre aquella y Nido de Cóndores. Dejando de lado la obvia diferencia de altura, para quienes aspiran a abordar el Centinela de Piedra puede resultar una buena referencia entrenar el Arco en cuanto al desnivel a vencer a sólo 8 kilómetros del centro de Mendoza. Impresiona la luminosidad de la luna que invita a avanzar con seguridad y aplomo. Mientras el físico resiste, es un deleite contemplar la silueta de cada cerro con tanta claridad, la luna bien arriba en todo su esplendor y el cielo estrellado como no es posible verlo desde la ciudad. Cuando el aire empieza a escasear y las piernas pasan factura, sólo es posible pensar en llegar, y nada más importa ya. Para los más entrenados llegar a la cumbre puede llevarles unos 45 minutos, y el doble para quienes no están tan acostumbrados. La infaltable fotografía en el hito de la cumbre, la magnífica vista de las luces de la ciudad, una breve elongación y a emprender el retorno, que posiblemente insuma igual tiempo pues es necesario hacerlo con precaución para evitar lesiones o caídas. El descenso tiene un aliciente más que importante: en La Puerta de la Quebrada esperan, ya pasada la medianoche, exquisitas empanadas, el mejor asado criollo, un buen vino y nuevos amigos con quienes compartir impresiones de la bellísima experiencia. Domingo se entusiasma al comprobar que cada vez más gente se acerca a disfrutar de su propuesta, que se repetirá cada mes hasta los fríos del próximo otoño, durante las noches de luna llena. Imperdible.
Artículo publicado en revista CUMBRES, Octubre 2012