A Puente del Inca le dedicó parte de su relato. Los adelantos en los medios de transporte, producidos a lo largo del siglo XIX, mejoraron las comunicaciones y, a la vez, favorecieron el turismo, que se inició como una práctica entre los sectores más acomodados de la sociedad. Aunque se consideraba al hogar como el ámbito femenino por excelencia, muchas mujeres se atrevieron a salir, viajar y recorrer tierras lejanas y, de ese modo, romper con los modelos impuestos. Nuestra provincia ha sido visitada a través de los años por muchos hombres pero también por algunas mujeres que llegaron a esta parte del mundo y luego escribieron sobre ello. Los nombres de Charles Darwin o Hermann Burmeister, por ejemplo, nos resultan familiares al igual que sus textos referidos a su paso por Mendoza; en cambio, los libros y las propias historias personales de Annie Peck o May Crommelin, son prácticamente desconocidos por la mayoría de nosotros. Sin embargo, tanto los unos como las otras forman parte de nuestra historia regional; sus relatos nos ayudan hoy a conocer otras facetas de nuestro pasado, al igual que los modos de viajar de antaño. Una andinista feminista Annie Peck ha sido, sin duda, una mujer adelantada a su tiempo. Precursora del andinismo femenino, viajera y escritora, académica y deportista, también fue una activa defensora de los derechos de las mujeres. Nació en Estados Unidos, en la ciudad de Providence, en 1850 en el seno de una familia distinguida que le brindó una educación privilegiada. Estudió en la Universidad de Michigan y luego fue la primera mujer en ser admitida en la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas. Probablemente fue en Grecia donde comenzó a escalar, actividad que se convirtió en una de las pasiones de su vida. A partir de entonces, se dedicó a viajar y recorrer lugares donde hubiera picos que conquistar. Su ascensión al Monte Cervino, en los Alpes suizos, en 1895 le dio gran celebridad; fue la tercera mujer en llegar a dicha cima y la primera en usar pantalones, vestimenta exclusivamente masculina por aquel entonces. En 1908, a los 58 años de edad, llegó a la cumbre del Nevado de Huascarán, de más de 6.500 metros de altura, en los Andes peruanos, y marcó el récord de ascensión femenina en el Hemisferio Occidental. «En mi adolescencia decidí que haría todo lo que una mujer pudiera para mostrar que las mujeres tienen tanto cerebro como los varones y pueden hacer las cosas tan bien como ellos», escribió. Militó en el sufragismo y a los 61 años, cuando subió otro cerro peruano, el Coropuna, clavó en su cima una pancarta con la inscripción: «Voto para las mujeres». El turismo a principios del siglo XX En 1913 Annie Peck publicó en Nueva York El tour sudamericano. Se trataba de una guía turística de estilo claro y sencillo, ilustrada con fotografías que la misma viajera había tomado, cuyo objetivo era incitar a los norteamericanos a viajar a esta parte del continente. Para animarlos, aseguraba que las líneas navieras, que conectaban Estados Unidos con los distintos puntos de Sudamérica, eran garantía de confort y que los ferrocarriles de algunos países visitados también se encontraban bien equipados. En cuanto a los hoteles, señalaba que, en general, eran buenos, daban excelentes comidas y tenían cómodas camas. En cuanto al tiempo a ser invertido en el tour sudamericano, consideraba que «en cuatro meses o un poco más, uno puede visitar los lugares más importantes y tener una idea clara de los diferentes países». Respecto del equipaje, aconsejaba llevar lo menos posible ya que en los ferrocarriles el exceso era muy oneroso, no así en los barcos. En cuanto a la vestimenta, aconsejaba llevar ropa abrigada y tapados de piel e incluso chales y mantas, especialmente si uno viajaba en época invernal, al igual que vestidos y trajes de noche, porque en todos lados la etiqueta era más estricta que en los Estados Unidos. Una última recomendación para los futuros turistas tenía que ver con el dinero. Para la autora era conveniente manejarse con cheques de viajero pero, además, sugería llevar una suma moderada de monedas de oro. El viaje a Mendoza Cuando Annie Peck llegó a Mendoza en 1912 tenía más de sesenta años pero conservaba su espíritu joven. «¡Cuánto se pierde viajando en tren! Se evitan las incomodidades, pero también una experiencia gloriosa y excitante», escribió. Palabras poco habituales entre las mujeres de principios del siglo XX. «El primero en alcanzar la supuesta cumbre más alta del Hemisferio Occidental, la cima del Aconcagua (), fue Matías Zurbriggen», apuntaba Peck en su libro y escribía «supuesta» porque por aquel entonces todavía no había unanimidad al respecto. Esta eximia andinista señalaba que, aunque no se podía ascender por primera vez el Aconcagua o el Tupungato, existían otros cerros en los que se podían marcar las primeras ascensiones. Las termas de Puente del Inca y de Cacheuta le merecieron algunos comentarios al igual que el flamante Cristo Redentor que sólo unos años atrás había sido emplazado en la Cordillera: «Aquí, en medio de esta gran soledad, se encuentra el más impresionante monumento, según dicen, del mundo, El Cristo de los Andes, una figura de Cristo de bronce de tamaño heroico». La norteamericana llegó a Mendoza al atardecer y se instaló en el Hotel Grand, ubicado frente a la Plaza San Martín. Recomendaba dicho hospedaje porque allí disfrutó de una excelente cena y una habitación confortable. Sugería permanecer uno o dos días para recorrer la ciudad y visitar también alguna bodega, antes de continuar rumbo a Buenos Aires. Un paseo por la ciudad «La nueva ciudad de Mendoza ha experimentado recientemente un rápido crecimiento y gran prosperidad», escribió. Entre las plazas, destacaba la San Martín, en la que se encontraba, además del Hotel Grand, el elegante Banco de la Provincia. También mencionaba la Independencia, alrededor de la cual se encontraban importantes edificios públicos, algunos terminados y otros todavía en construcción y señalaba que, de acuerdo a los gustos e intereses de cada turista, se podían visitar también iglesias y conventos, bibliotecas, el Colegio Nacional e incluso el jardín de infantes de vanguardia con que contaba la ciudad. Para Annie Peck, Mendoza era un lugar agradable con amplias calles arboladas y edificios atractivos. Le llamó la atención la avenida San Martín donde, además de pasear y hacer compras, observó un curioso modo de regar las calles que no había visto en ningún otro lugar: «Un cómico y original método de baldear las calles se puede observar aquí. Arroyos de tamaño considerable corren a los lados de la avenida principal (), niños con baldes sostenidos en la punta de largas cañas recogen agua en ellos y luego echan el contenido sobre las veredas; un método primitivo pero efectivo». Se trataba, en efecto, de una escena muy habitual en la Mendoza de principios del siglo XX pero que llamaba la atención de los turistas que por aquel tiempo nos visitaban. Como la gran mayoría de los viajeros y viajeras que pasaron por aquí después de 1861, la norteamericana escribió acerca del terremoto y señaló: » Todo parece nuevo. Hay dos ciudades, la viva y la muerta». Una cita obligada para quien llegaba a Mendoza por aquel tiempo era el Parque General San Martín, conocido por entonces como Parque del Oeste. Peck apuntó en su libro: «En el oeste de la ciudad hay un parque inmenso que está siendo transformado en un encantador centro de recreación al pie de los Andes. Hay espléndidos caminos iluminados por electricidad, hermosos canteros, un simpático jardín botánico, miles de árboles y arbustos, un jardín zoológico interesante, y un lago encantador (…) donde se pueden alquilar botes. Hay islas que lo embellecen y un anfiteatro. Este impresionante lugar, que nadie debe dejar de visitar, promete transformarse en un espacio de esparcimiento en verdad magnífico. No creo que haya uno comparable en Estados Unidos, aun en ciudades del doble del tamaño de Mendoza». Visita a una bodega La vitivinicultura ya se perfilaba por aquellos años como la actividad más importante y representativa de la provincia. La viajera dedicó unas palabras a este fenómeno y describió una en particular: «La bodega más grande de todas es la de Domingo Tomba, cuyos vinos han recibido medallas de oro y plata en exposiciones europeas. El establecimiento está ubicado en Godoy Cruz, un simpático pueblo que queda a media hora de tren o auto desde Mendoza, y puede ser recorrido en medio día. Es interesante visitarlo en cualquier época del año, pero especialmente durante la vendimia que va de febrero a mayo». Y respecto del vino agregaba: » Es excelente, de buen cuerpo; pero no está elaborado para la exportación ya que no mejora con el añejamiento. Para la mesa de todos los días no hay vino mejor». Annie Peck dejó Mendoza y continuó su viaje, pero conservó gratos recuerdos de nuestros paisajes, calles, plazas, paseos y costumbres que quedaron registrados en las páginas de su libro. (*) Licenciada en Historia, Miembro del CEIDER (Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales) y del CIEM (Centro Interdisciplinario de Estudios de las Mujeres), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo Fuente: Diario Los Andes