El 8 y 9 de diciembre pasados un grupo de intrépidos pedalistas concretaron una travesía por uno de los cruces desde Mendoza a Uspallata más pintorescos de la precordillera mendocina: la Ruta 13, que se empalma detrás del barrio Municipal de Las Heras. La aventura, organizada por Pastor Bike, comenzó en el Wall-Mart de Las Heras y en cada etapa superada quedaba demostrado de qué estaban hechos los bikers presentes. Agua de las Chilcas, Primer Monolito, Casa de Piedra, cada reencuentro del grupo se convirtió en el momento más esperado por todos para el descanso, beber y alimentarse, mirar lo pedaleado, preparar la cabeza para el siguiente tramo y reponer energías. Lejos el momento de mayor emoción fue un instante en el que el recorrido permite contemplar el cerro Aconcagua desde el Segundo monolito. En ese sitio, con una «picadita» de por medio, se le dio descanso a las piernas. La noche se pasó en la famosa cueva del Toro, en donde el «Chapulín», el puestero del lugar, recibió y atendió al contingente con categoría de primera y abriendo las puertas de su casa. 40 kilómetros faltaban para llegar a destino. Las piernas cansadas de la jornada anterior empezaban a empujar nuevamente los pedales. Tras pasar por Agua de los Cangrejos, una comida a la sombra de una piedra enorme sirvió de envión para encarar la última subida al Cordón de Bonila, donde los bikers presentes se ganaron el título de «Gladiadores», dejando todo de sí para llegar a ese punto de satisfacción enorme, a prtir de donde es todo bajada hasta Uspallata. La llegada fueron abrazos y felicitaciones para todos los protagonistas del grupo Travesía ruta 13 por completar los 87 kilómetros de pedaleo y esfuerzo. Mountain Bike Entre las variantes que hoy en día se conocen a la hora de usar una bicicleta de montaña (competitiva, terapéutica, medio de transporte, recreativa, etc, etc) las travesías siempre han tenido un atractivo y una mística especial entre los ciclistas y entre quienes escuchan los relatos épicos de los que alguna vez tuvieron la experiencia. La satisfacción mayor pasa por cumplir con un recorrido preestablecido (o no) y entregarse a todos los momentos que van a formar de esa gran aventura. La bicicleta permite estar en un contacto absoluto con el medio ambiente, el sol, el viento, la tierra y si llueve el agua. Estos van a ser los condimentos con los que cualquier biker en travesía se pondrá en contacto directo y sin intermediarios. Por otro lado no hay un motor que facilite o alivie el esfuerzo que se hace cada vez que se empuja un pedal. Sólo pasión y piernas hacen posible ese avance sobre el camino casi artesanal y que le da significado y valor a una travesía. Paralelamente están los compañeros y camaradas que sin ellos la aventura no está completa: Una parada en el camino para descansar, tomar algo y sacar una foto son los lujos que estos intrépidos se dan y que a veces en el llano casi ni se valoran. Quien aún no se ha dado la oportunidad de hacer una travesía en tu bicicleta, nunca es tarde. Eso sí, hay que preparar muy bien las piernas antes para poder disfrutar, salir del movimiento de la ciudad y vivir al propio ritmo.
Prof. Guillermo Pastor