Quienes recorrieron los escenarios naturales de nuestro país saben de la fabulosa diversidad de flora y fauna que alberga la Argentina. Una de las formas de garantizar la conservación de este patrimonio natural es con áreas protegidas (área manejada con normas que garantizan la protección de los recursos naturales y culturales). Si bien la Argentina fue pionera con extensas superficies de parques nacionales, y reservas provinciales, hoy apenas tiene un 7.7% de su territorio continental y poco más del 1% de su superficie marina bajo alguna figura de conservación. Esto la ubica muy por debajo del compromiso asumido en la Convención de Diversidad Biológica, por el gobierno argentino y ratificado por Congreso Nacional mediante Ley 24.375, que plantea que deberían protegerse al menos un 17% de cada región natural terrestre y 10% de las marinas, y asegurar que la mayoría se encuentre bien implementadas para que cumplan con su función. Si tenemos en cuenta que más del 80% de nuestro territorio se encuentra en manos privadas, entendemos la importancia de involucrar a los propietarios de tierras en la conservación de nuestras riquezas naturales. En la Argentina hay unas 100 reservas naturales privadas creadas de forma voluntaria por el interés de sus propietarios, de la mano de organizaciones de la sociedad civil o a través de mecanismos que algunas provincias generan para incentivar la creación de estas reservas. Así, realizan un valioso aporte para asegurar la conservación de la vida silvestre y el funcionamiento de los ecosistemas, demostrando que la conservación privada es una herramienta válida para complementar la superficie protegida y aportar a una estrategia regional de desarrollo sustentable. Desde 1987, en la Fundación Vida Silvestre Argentina, en conjunto con propietarios, desarrollamos la Red de Refugios de Vida Silvestre brindando asistencia técnica para llevar adelante el manejo de las reservas. Hoy, la red cuenta con 16 Refugios en 9 provincias, completando más de 177.000 hectáreas protegidas. Allí, se desarrollan actividades productivas como el turismo, que permiten revalorizar económicamente los ambientes naturales que albergan y sostener las tareas que implica conservar la naturaleza. Una de ellas es la Reserva Natural Villavicencio, muy conocida por su imponente hotel y por ser el origen del agua mineral. La reserva alberga diversidad de flora y fauna, y sitios históricos de trascendencia que se manejan con criterios ambientales. Así, Villavicencio protege los manantiales de donde proviene su principal producto y aporta a la conservación del patrimonio natural y cultural mendocino. Escribe: Alejandra Carminati Coordinadora de la Red de Refugios de Vida Silvestre