Mendoza integra la zona de Cuyo, nombre se traduce como ¨ El lugar de los arenales ¨, pero es difícil comprender el motivo del mismo ya que cualquier persona, al situarse en nuestra Ciudad, se encontraría con un paisaje distinto. Veamos por qué…
La realidad geográfica indica que los habitantes de Mendoza se ubican en un 4 % de la superficie total, cuyos oasis fueron desarrollados por el propio hombre, como resultado de dominar y canalizar los recursos hídricos, brindado por los escasos ríos de origen montañés.
Fuera del límite de los oasis artificiales se encuentra, al oeste, el territorio montañoso, con la imponente Cordillera de los Andes.
Hacia el Este, se extienden las llanuras – el monte, la payunia norpatagónica – portadora de vegetación adaptada al medio seco que se alterna con médanos. Estas llanuras resultan inaptas para la agricultura y apenas toleran un sufrido ganado.
Un efecto saludable para las vides es la escasez de lluvias y humedad atmosférica, con horas de sol hasta excesiva en algunos veranos. Los Andes también aportan la altura, que ronda los mil metros en Cuyo, causa de una marcada amplitud térmica y temperaturas más frescas que las propias de la latitud. Finalmente, al pie de los Andes abundan los suelos aluvionales, profundos, pedregosos con bloques y cantos rodados, arenosos y limosos, pobres de materia orgánica, de suave pendiente y excelente drenaje.
Las lluvias que varían según cada año de 100 a poco más de 300 milímetros (ocurriendo la mayoría durante el verano), compensan al déficit de irrigación, ya que la vid necesita al menos 500 milímetros de lluvias para prosperar sin riego.
Los calores de verano se prolongan hasta el otoño y absorben rápido las eventuales lluvias, pues la tierra está bien seca. Se puede, así, cosechar la uva tan tarde como se quiera sin temer al mal tiempo.
En el suelo y clima de Mendoza existen algunos factores limitantes: el principal es la sequía, que afecta a las zonas marginales de los oasis, cuando no hay canales de riego ni napas a profundidades razonables. Luego encontramos las heladas, un fenómeno que se repite normalmente todos los años pero afectando sólo a algunas regiones, raramente se extiende a toda la provincia.
El viento Zonda, que se presenta como un viento caliente y seco, de velocidad moderada a fuerte, suele ocasionar grandes daños a la agricultura de Mendoza debido a tres causas principales: la sequedad atmosférica que produce, la brusca elevación de temperatura de aire y los efectos destructivos de su fuerza.
El último factor que encontramos es el granizo, donde se utiliza como defensa del mismo para las cosechas, la diversificación de los viñedos y las mallas o redes antigranizo en forma de techo para los parrales o bien verticales, a ambos lados del viñedo para las espalderas, mallas que en este caso son plegables para permitir la cosecha. También se lo combate con una técnica mejorada originalmente rusa de cohetes disparados desde el suelo contra las nubes. Actualmente, la tecnología también consiste en sembrar yoduro de plata en lo alto de las nubes graniceras, pero con cohetes pequeños lanzados desde aviones guiados por radares meteorológicos que hace derretir al granizo antes de tocar el suelo.
Otros temas no menos importantes son los sismos, que suelen ocurrir en forma habitual pero para ello la vitivinicultura esta preparada con medidas antisísmicas en sus construcciones. Las pestes y plagas no presentan un gran inconveniente gracias a la salubridad del clima y los suelos. A pesar de ello, los viñedos nuevos se plantan injertados sobre pies clonales seleccionados de vides americanas resistentes la filoxera, pie franco, ó injertadas sobre pies de otras variedades europeas.