Durante los meses de diciembre y comienzos de enero habrá uno de los cielos más hermosos del año y la protagonista principal es la constelación de Orión. Podrá verse enseguida de la puesta del sol saliendo por el Este. Los caldeos la llamaban Tammuz, como el mes en que la faja de estrellas salía por primera vez después de la puesta del sol. Los sirios la denominaron Al Jabbar, el Gigante. Para los antiguos egipcios era Sahu, el alma de Osiris. Se considera que las tres pirámides de Gizeh -Keops, Kefren y Micerino- son el reflejo materializado del cinturón de Orión (Las tres Marías). En la mitología griega era un gigante y un gran cazador. Desde el hemisferio sur se ve al cazador dado vuelta, como se observa en la imagen, Saiph y Rigel son los pies mientras que el hombro derecho está representado por Betelgueuse elevando un garrote y el izquierdo por Bellatrix sosteniendo una piel de león. El solsticio se alinea con el centro galáctico La precesión de los equinoccios discurre tan lentamente sobre el cielo que para ver el corrimiento de un grado un hombre necesitaría esperar 72 años, y para completar un giro precesional deben pasar 25.868 años. Justamente cerca de los 26.000 años luz es la distancia que, según la astronomía moderna, nos separa del centro de la galaxia. Durante el solsticio del 21 de diciembre de 2012 se produjo el gran evento cósmico de la coincidencia del solsticio de verano en el hemisferio Sur con el centro de la galaxia, gran evento porque este alineamiento se produce solo cada 26.000 años, gracias a la precesión de los equinoccios. El dato curioso es que al mirar en una noche estrellada hacia el centro de la galaxia (final de la constelación de Escorpio y principio de Sagitario), estamos dirigiendo nuestros ojos hacia un lugar del cielo en donde convergen los rayos de luz que salieron hace 26.000 años atrás con los que están saliendo en estos momentos a 26.000 años luz de nosotros. La astronomía desarrollada durante la época de esplendor de la cultura Maya en el centro y norte del continente americano logró sincronizar, en un ciclo calendario, la circulación de movimientos tan locales para nosotros como lo son los de la luna y el sol, con otros tan lejanos y distantes como los del centro de la galaxia. Durante este mes se presencia el final de un ciclo astronómico de 26.000 años.