El edificio de la Comisaría Séptima, ubicado frente a la plaza de Godoy Cruz, no sólo es uno de los primeros que se construyeron para la Policía en la provincia, sino que también albergó hasta hace muy poco el Registro Civil, por lo que los uniformados se mezclaron en varias ocasiones con jóvenes vestidas de novia. Pero además, forma un conjunto arquitectónico con la iglesia de San Vicente Ferrer, casi contigua a la edificación, que fue declarada hace unos días Patrimonio Cultural del Departamento. Aunque en el entorno de la plaza departamental se encuentran otros inmuebles patrimoniales -como el Concejo Deliberante o el Cine Teatro Plaza- la iglesia y la comisaría se destacan por su altura y porque comparten el mismo tipo de revoque, realizado con arena de San Luis, que les otorga una tonalidad marrón símil piedra. Esta terminación fue muy utilizada en los edificios públicos que se construyeron en la provincia a fines del siglo XIX y principios del XX. Los dos tienen una silueta contra el cielo y, si bien los estilos son diferentes, tienen un manejo de escalas y proporciones que los convierte en edificios bellos, señaló Marcelo Nardechia, jefe del Departamento de Patrimonio Cultural de la comuna. Por otra parte, destacó que los inmuebles son reconocidos como integrantes del patrimonio de un departamento no sólo por su valor arquitectónico, sino por su importancia para los vecinos y por la relación estrecha que ha mantenido la comisaría con la comunidad godoicruceña. La Séptima fue construida en 1926, en un terreno que la comuna compró para destinarlo a Casa Municipal, y hasta mediados del siglo pasado fue la única en Godoy Cruz. Pero también funcionó en el primer piso el Registro Civil, que en setiembre de este año fue llevado a un hipermercado de la calle Joaquín V. González. La agente Ángela Damelio contó que muchas veces iban las novias vestidas de blanco, en horario especial, porque se casaban en la iglesia de San Vicente Ferrer. Por eso, hay quienes lamentan el traslado del Registro, ya que además los novios podían sacarse fotos en la plaza. Aunque el hecho de compartir edificio con la Policía también traía algunos inconvenientes, en especial cuando la ceremonia civil se hacía en el hall de entrada para evitar que una persona mayor tuviera que subir las escaleras, y en el mismo momento entraban uniformados con detenidos, pasando entre los participantes del casorio. Pese a que el edificio cumplió 80 años y no ha sido objeto de una intervención importante -con excepción del arreglo del reloj ubicado en la parte superior de la torre en 2005-, Nardechia resaltó que tiene un buen estado general ya que ha sido mantenido por la Policía. La agente Myriam Echegaray, quien trabaja allí desde 2002, opinó que la comisaría es muy bonita y que cuando uno ve el material de las puertas comprende que hoy no se usarían, por lo que tratan de cuidarlas. De hecho, Damelio indicó que cuando se arregló el reloj, y antes de que le colocaran un motor, tenían que darle cuerda cada 12 horas. Para ello, había un grupo designado, que cumplía turnos -sábados, domingos y feriados- para ir a girar la manivela que permitía que siguiera funcionando. Y el cariño que algunos policías le tienen a la comisaría es tal, que Echegaray recordó que un día cruzó el patio para llegar a la cocina y observó que estaba cubierto de un polvo blancuzco como si fuera talco. Cuando preguntó de qué se trataba, le comentaron que eran las cenizas de un uniformado que trabajó en la Séptima por mucho tiempo y pidió que al morir se esparcieran allí sus restos. Fuente: Diario Los Andes