La Fiesta de la Vendimia es quizás el primer eslabón que entrelaza el vino y el turismo. Nació grande, pero siguió creciendo hasta alcanzar las dimensiones actuales.
La Vendimia es imagen de la esencia del trabajo mendocino y ha ido recibiendo con el tiempo el sentir del hombre por su tierra y la emoción de obtener sus frutos. Es el símbolo del trabajo culminado del agricultor, que recibe en frutos el premio de su esfuerzo, el cual tendrá nueva vida en el cuerpo y el espíritu de un buen vino.
En el año 1913 se trazó un primer intento de fiesta vendimial el día 11 de abril, cuando un congreso de la industria y el comercio realizado por entonces finalizó con el desfile de vendimiadores y carrozas alegóricas. Un tren especial ornado de vides, fue el portador de 800 invitados que recorrieron las zonas de viñedos y bodegas.
Así, merced a la iniciativa de un precursor de origen español, don José Trianez Díaz, se realiza por primera vez una Fiesta de la Vendimia fuera del ámbito íntimo de las hileras puesto que desde el siglo anterior los trabajadores celebraban el final de la cosecha tocando la guitarra, cantando y bailando cuecas y los gatos cuyanos, para posteriormente elegir una niña entre las cosechadoras que coronaban con racimos de uva. El mes elegido para esa primera fiesta en la ciudad fue abril, oportunidad en la que comenzó el primer desfile de hermosos carruajes. Hubo un largo periodo de 33 años en que no se realizó este acontecimiento, pero la memoria, el deseo del pueblo y la acción de funcionarios visionarios como don Guillermo Cano y Frank Romero Day, permitieron que en 1936 un decreto provincial institucionalizara la primera Fiesta Vendimial en la noche fundacional albergó a 25.000 personas. Allí se consagró a la primera Reina de la Vendimia a Delia Larrive Escudero, representante de Godoy Cruz.
Al año siguiente, se llama a concurso para crear la tradicional marcha de la Vendimia, recibió en ese entonces el primer premio Ernesto Fluixá y se inició el diseño de carros alegóricos que desfilan por las calles del parque. Ese carrusel vendimial prefiguró los actuales desfiles. Por primera vez, se cobra entrada para asistir al espectáculo y se lanzan al cielo centenares de fuegos de artificio. El espectáculo central y el carrusel se complementaron con un desfile de góndolas en el Lago del Parque. Resultó electa la segunda soberana vendimial, Elia Rico.
En el ‘38, se cambia el escenario en busca de mayor espacio para el público. El lugar elegido es la rotonda del Parque General San Martín.
Pero 1939 es el año de las grandes innovaciones: se realiza por primera vez la Bendición de los Frutos, utilizando el escenario del Parque. Se representó una gran catedral y por primera vez se decora el escenario. Se abandona la tradición instaurada en 1936, cuando se elegía la reina y ella daba la orden de iniciar los festejos. La elección y coronación de la reina pasa a ser el instante que cierra la noche. Por primera vez, el Carrusel se interna en la ciudad.
Con el nombre de Corso de los Carros Alegóricos, nace lo que en el futuro se conocerá como Vía Blanca de las Reinas. Se completan los símbolos litúrgicos que entrañan los festejos. La imagen de la Virgen de la Carrodilla es transportada hasta el proscenio para presidir los actos de la Bendición de los Frutos.
En 1940, se instala un escenario flotante en el interior del Lago del Parque General San Martín, tras la presentación de 250 artistas y el clásico desfile de góndolas. Luego de los actos, los organizadores ven la necesidad de mayor espacio para albergar al público, que aumentaba sin cesar, y la incorporación de luces como especial motivo de atracción.
En 1943, se decide el retorno del escenario a la rotonda, para ofrecer la primera trama argumental de la historia vendimial. En el ‘44, se adopta una marcha oficial. La elegida es Canto a Mendoza, cuya primera grabación fue realizada por Francisco Canaro, con la voz de Hugo del Carril.
Pero ya en el ‘63, la Fiesta adquiere su escenario definitivo: ocupa el Teatro Griego y de esa forma se inicia la expansión hacia los cerros para los espectáculos de luz y sonido.
La Fiesta como hemos dicho, nació grande pero fue creciendo en forma y contenido. La elección de la soberana vendimial es un homenaje a la sacrificada tarea de la mujer en el surco. La reina se convertirá en verdadera embajadora de Mendoza, con la misión de difundir las virtudes de su pueblo y la belleza de su tierra.
La puesta en escena de La Fiesta Nacional de la Vendimia requiere un gran despliegue. Poco más o menos, según los responsables de cada realización, la escenografía abarca 3.000m² y se utilizan 25.000 luminarias, 3.500 placas de chapadur, 2.500m² de madera, 4.000 trajes entre bailarines, actores y figurantes, 500 kg. de fuegos de artificio, y participan cerca de 1.000 personas en total, entre las que van a escena, las que se desempeñan entre bambalinas o están en el comando de luces, sonido y coreografía y las reinas y sus cortes.
De esa forma, la Fiesta de la Vendimia ha llegado a ser, como los buenos vinos, una celebración con espíritu propio, a la mejor manera de las creaciones duraderas.